domingo, 13 de noviembre de 2011

Carta a una mujer andaluza

A una mujer andaluza

Rosa Romero
Tomado de la revista virtual Andalucía Abierta.
Me dirijo a ti, mujer, porque tu sabes mi idioma. Te escribo a ti, andaluza, porque tu entiendes mis líneas. Te lo dedico a ti, mujer y andaluza porque también sabes leer lo que no se dice ni se escribe.
El tipo de educación que hemos recibido unas determinadas generaciones y especialmente las mujeres, ha sido enfocada hacia el servicio: a los hijos, al marido, a la comunidad, a la iglesia, etc., pero nunca se nos enseñó a aprender a querernos, muchas veces ni siquiera sabemos qué queremos realmente, porque no perdemos el tiempo en preguntarnos ¿dónde estamos?, ¿adónde vamos? y la peor de todas la preguntas, aquella que evitamos por todos los medios hacernos ¿es esto lo que yo soñaba tener?, ¿es ésta la vida que yo quiero? ". Nos metemos en el círculo de hacer aquello que debemos, y terminamos haciendo aquello que se espera que nosotras hagamos. ¿Por qué nos esforzamos tanto en cumplir un papel? ¿qué autoridad tienen los demás para escribir el papel de nuestro guión?
Llegamos a actuar de esta forma, durante años, durante toda la vida, incluso, aunque ello suponga un coste personal inmenso, tanto físico como emocional. Nunca nos relajamos, porque nunca somos nosotras mismas de forma auténtica. Olvidamos ilusiones, inventamos alegrías y justificamos fracasos, llamándolos por otros nombres.
Todo vale, con tal de no enfrentarnos con nosotras mismas, simplemente porque NO SABEMOS HACERLO, no tenemos habilidades para salir airosas de una tarea tan dura. Si tuviéramos que escribir medio folio sobre nuestras virtudes, aptitudes, valores e ilusiones, muchas tendríamos grandes dificultades para hacerlo. En cambio, cuando ejecutamos el papel que sabemos -aquel que cambia muy poco con los años- el del deber, nos sentimos, en principio, más cómodas porque pisamos terreno seguro.
Además obtenemos el mayor de los beneficios, el elogio, por él, y en busca de él, realizamos casi cualquier cosa, y es, fundamentalmente, lo que mantiene esta actitud tan alienante, durante mucho tiempo.
No estamos acostumbradas a ser alabadas, sino cuando realizamos algo ¡¡que esté dentro de la norma!! Si fuera usual en nuestra cultura, elogiar a quien tiene algo positivo por el mero hecho de tenerlo, sin que tenga que demostrar nada, no estaríamos envueltos en esta carrera de locos, en este afán por el éxito (éxito cuyas pautas siempre marcan los demás.)
No pensamos, que posiblemente, nuestro éxito, es bien distinto, es quizás, simplemente, disfrutar con una conversación, o con una película y no el "conservar nuestro papel ". Nos enseñan que no debemos tener miedo, pero olvidan decirnos que la mejor forma de no tenerlo es enfrentando aquello que nos asusta, y que la mayor parte de las veces no es miedo, es desconocimiento. Por tanto, sólo conociéndonos a nosotras mismas estaríamos preparadas para avanzar. No podemos enseñarles a nuestros hijos palabras como libertad, justicia o verdad, si no las utilizamos para con nosotras. Si realmente queremos una cosa pero hacemos otra, estamos atentando contra la mayor de las libertades, no estamos tampoco siendo justas con nosotras mismas (con la auténtica persona que somos.) Además intentamos hablar de verdad, mientras construimos la mentira de nuestra vida.
Todo esto puede durar años, decía; pero un día, casi siempre por un hecho impactante, caemos en la cuenta y nos es muy difícil asimilarlo. Se nos queda un sabor amargo en la boca y creemos que sólo nosotras hemos vivido la historia así. Nos sentimos muy mal y, aquí justo, es el momento más importante de nuestra vida, cuando decidimos qué camino de la encrucijada tomar, el del querer ser nosotras mismas, con todas sus dificultades y beneficios, o ser la que creemos que debemos ser, camino que está ya más usado y lo conocemos. La calidad del resto de nuestra vida dependerá de esa decisión.

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